Leche y Autismo: Un Vínculo que Va Más Allá de la Nutrición
Muchos padres de niños con autismo exploran dietas especiales para mejorar el bienestar de sus hijos, y la eliminación de los lácteos es una de las estrategias más comunes. Para entender por qué, es crucial conocer la composición de la leche y cómo sus proteínas pueden influir en el sistema digestivo y neurológico.
Composición de la leche: Caseína y Lactoalbúmina
La leche de vaca está compuesta principalmente por agua, grasas, carbohidratos (lactosa) y proteínas. Las dos proteínas más importantes son la caseína y la lactoalbúmina (a veces llamada proteína del suero).
Caseína: Representa cerca del 80% de las proteínas de la leche. Se agrupa en micelas, lo que la hace de digestión lenta. La caseína es conocida por generar péptidos como la casomorfina, que tiene una estructura similar a los opiáceos y puede afectar el sistema nervioso.
Lactoalbúmina: Constituye aproximadamente el 20% de las proteínas restantes. Es una proteína del suero, de digestión rápida.
Ambas proteínas pueden desencadenar respuestas inmunes en personas sensibles, lo que lleva a alergias e inflamación.
Alergias e Intolerancias a los lácteos en la población
Es fundamental diferenciar entre una alergia y una intolerancia.
Alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV): Es una respuesta del sistema inmunológico a las proteínas de la leche, ya sea la caseína o la lactoalbúmina. Esta alergia puede ser mediada por anticuerpos IgE (reacción inmediata) o por anticuerpos IgG (reacción más lenta). Se estima que la APLV afecta a un pequeño porcentaje de la población, siendo más común en bebés y niños pequeños, con una prevalencia de alrededor del 2-3%.
Intolerancia a la lactosa: Es la incapacidad de digerir el azúcar de la leche, la lactosa, debido a la deficiencia de la enzima lactasa. No es una respuesta del sistema inmune, sino un problema digestivo que causa síntomas como hinchazón, gases y diarrea. La intolerancia a la lactosa es mucho más común que la alergia, afectando a un gran porcentaje de la población adulta a nivel mundial.
La Situación en Latinoamérica
En América Latina, la prevalencia de la intolerancia a la lactosa es particularmente alta. Estudios indican que más del 50% de la población puede tener algún grado de intolerancia, una cifra que en algunas regiones indígenas puede superar el 80%. Esto se debe, en gran medida, a factores genéticos que reducen la producción de lactasa después de la infancia.
Aunque la APLV es menos común, las alergias mediadas por anticuerpos IgG son un tema de creciente interés, ya que pueden manifestarse con síntomas inespecíficos que a menudo no se asocian con la comida.
La Conexión con el Autismo: Más Allá de la Digestión
En el contexto del autismo, el problema de los lácteos no se limita a la intolerancia a la lactosa. La principal preocupación se centra en las proteínas, especialmente la caseína. La hipótesis es que:
Inflamación intestinal: Las alergias e intolerancias (incluyendo las de tipo IgG) pueden causar una inflamación crónica en el intestino.
Aumento de la permeabilidad intestinal ("intestino permeable"): La inflamación crónica puede dañar la barrera intestinal, permitiendo que las proteínas de la leche (caseína y lactoalbúmina) pasen al torrente sanguíneo sin ser completamente descompuestas.
Impacto neurológico: Una vez en el torrente sanguíneo, los péptidos de la caseína (casomorfina) podrían llegar al cerebro, a través de una barrera hematoencefálica más permeable, afectando los receptores opioides y potencialmente exacerbando síntomas neurológicos y conductuales comunes en el autismo.
La eliminación de lácteos, junto con el gluten, es una de las estrategias dietéticas más exploradas para mejorar el comportamiento, el sueño, la concentración y las habilidades sociales en algunos niños con autismo. Siempre es recomendable que cualquier cambio en la dieta se realice bajo la supervisión de un profesional de la salud, como un nutricionista o médico especializado.