El exceso de grasa corporal puede desencadenar una serie de procesos inflamatorios que impactan negativamente en la salud. Cuando una mujer presenta más de 30% de grasa corporal o un hombre supera el 20%, el tejido adiposo (especialmente la grasa visceral) comienza a comportarse como un órgano activo que libera citocinas proinflamatorias, como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) e interleucinas (IL-6), promoviendo la inflamación crónica.
Este estado inflamatorio crónico afecta las arterias y órganos vitales. Las arterias, por ejemplo, pueden sufrir daño en sus paredes debido a la constante presencia de estas moléculas inflamatorias, lo que contribuye al desarrollo de aterosclerosis (acumulación de placas en las arterias), aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Además, la inflamación afecta órganos como el hígado, que puede desarrollar esteatosis hepática (hígado graso), y el páncreas, afectando la sensibilidad a la insulina y aumentando el riesgo de diabetes tipo 2.
El exceso de grasa también impacta en el sistema inmunológico, debilitando su respuesta y predisponiendo a infecciones. Asimismo, este estado inflamatorio puede deteriorar las funciones renales y acelerar el envejecimiento de los tejidos. Por estas razones, mantener un porcentaje de grasa saludable es clave para prevenir enfermedades crónicas y promover una vida saludable.